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Friday, June 14, 2013


El fútbol en Argentina es el deporte por excelencia,  
 es lo que une a la gente o la separa... es la pasión de los domingos, y los titulares del lunes. ¿Por qué somos tan fanáticos del fútbol? Somos elemento de análisis sociológico, pero hoy en el blog y hasta que llegue ese día tan esperado del 2014, les traeré algunas historias de aquellos afortunados que pudieron viajar a un mundial, de los que dejaron sus trabajos por un mes, de los que agotaron sus ahorros, de los que se pelearon con sus mujeres, con tan sólo por seguir a la selección de sus amores...
Ésta es la historia de Alejandro, paranaense, 32 años, que junto a unos amigos decidieron viajar a Sudáfrica para alentar a la celeste y blanca!!

El grupo de viaje lo componían el propio Alejandro González, Guillermo Meinero, Ramiro Uranga, y otro amigo de Victoria, Leandro "drupi" Martínez...los 4 se organizaron 2 meses antes del mundial y partieron a Sudáfrica.
"Salida a Pretoria, reglamento simple, 
cada 2 horas cambiar el que iba al medio atrás!"

Haciendo relaciones internacionales
Si bien cada uno contaba con unos ahorros, estos amigos se sacaron de la galera unas cuantas changuitas para solventarse los gastos: subalquilaban una de las habitaciones de la casa que ellos mismos alquilaban, hacían choripanes para la previa, de trapitos en el estacionamiento y pintando banderitas en los rostros de los hinchas a las puertas del estadio.

Lo del choripan les redituó, vivían a 3 cuadras de la cancha lo que les permitía compran pan, y cocinar los "chorizos" (salchichas parrilleras). Las pinturitas fue una idea preconcebida, cobraban lo que serían unos 20 pesos nuestros y todo iba a parar a un fondo común que les servía para hacer un asadito por la noche, o alguna salida extra.

En total, estuvieron un mes, recorrieron varias ciudades, siguiendo a la selección Argentina sin dejar de visitar lugares imperdibles del  país.

¨La experiencia de vivir allá durante ese mes, fue algo fuera de lo común... eran 24 horas al día de algo nuevo y fantástico. La convivencia, las experiencias, las salidas, los partidos, los viajes, los otros argentinos, todo eso era una locura, algo maravillosamente indescriptible..., relata Alejandro".

Y culturalmente fue una expedición a lo desconocido, aunque sencilla ya que sólo había que seguir el ruido de las vuvuzelas. Esa enloquecedora melodía sin fin que sonaba anunciando el partido y que continuaba sin descanso durante los siguientes 90 minutos. "Fue el souvenir del viaje, aunque nunca supimos como hacerlas sonar", se ríe Ale.




¿Y los anfitriones? 
¨La gente local estaba bien predispuesta a la recepción del turismo, sabían lo que se les venía encima y lo que significaba ser el anfitrión de un mundial, todos muy afables y gentiles con el viajero, sin importar de que raza fuera, lo que es muy paradójico, porque si bien el Apartheid finalizó en el `92 con la llegada de Mandela a la presidencia, la relación entre blancos y negros no es tan buena como debería¨, explica Ale.


Tantos días en un país tan lejano, suelen suceder cosas no tan bonitas pero que forman parte de la vivencia en sí... Un robo! Estaban en Pretoria, ciudad donde se alojaba el equipo argentino, y a 60 kms. de Johannesburgo donde iba a jugar la selección. Mientras estacionaban el auto justo antes del encuentro, le roban el celular... pero ellos estaban más preocupados por no llegar a tiempo al partido. Por suerte, lo recuperaron, fueron a la comisaría con dos policías y el ladrón, hicieron la denuncia, mientras tanto uno de ellos, dentro del auto, hacía los sándwiches para el resto de la jornada. La anécdota: a los pocos días se enteran por unos periodistas que a su vez los habían llamado para preguntarles su opinión acerca de la condena, al ladrón le habían dado 5 años de cárcel en un juicio exprés.

Lo más duro: "tener que volvernos antes, después de haber quedado eliminados al perder con Alemania", relata Ale con tristeza.

Fue un día gris y espeso para todos los argentinos: los presentes en el estadio y los que lo miramos por televisión. Recuerdo que no había nadie en la calle... creo que los fanáticos y los no fanáticos estábamos en el sofá, en la oficina, en el patio de la escuela, mi hermano que estaba trabajando en su negocio colgó el cartelito, cerró la puerta y cruzó a la Esso de en frente... todos unidos (lástima que sólo sea por el deporte) esperando a los dioses del balón pie! 
¡Qué emoción!, la adrenalina corría por las venas, no volaba ni una mosca (porque estaban mirando el partido)....

¨Ese día estábamos tooodos en la cancha, diría que no había argentino que haya ido y no estuviera ahí. Además estábamos todos separados, si bien en otros partidos nos acomodábamos todos en grandes grupos sin respetar las ubicaciones, fue imposible hacerlo en esa vez, te faltaba el "grupete", tus amigos haciendo barra, y encima arrancamos perdiendo. Terminó el partido, y recorrer los 400 metros que nos separaban del hostel fueron eternos: la tristeza inundada por las lágrimas... fue muy duro, pero felices por haber sido parte de esa historia...¨, finaliza Ale su relato.


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