Ser madre es armar incondicionalmente; es ser un pañuelo de mil lágrimas y caricias que calman. Para homenajear Carla Tista, Raquel Marcoantonio, Nieves Rial y Paola Ramírez, cuentan sus experiencias personales.
Una madre es mucho más que la mujer que lleva en su vientre una nueva vida. Es aquella que incondicionalmente ama a sus hijos sin esperar nada a cambio, es el hogar, la guarida, la red que sostiene, es un sentimiento eterno, profundo, fascinante, desgastante, irrenunciable, extraordinario y único. Una mamá es quien enfrenta cualquier adversidad por el bienestar de su hijo y aquella que elije a su hijo por sobre todas las cosas. Así lo demuestran las historias de estas cuatro mamás paranaenses, Carla Tista, Raquel Marcoantonio, Nieves Rial y Paola Ramírez.
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Carla y su hijo Agustín |
Todo por ser mamá
Carla Tista es ex bailarina profesional y actual dueña del estudio de arte que lleva su nombre, en Paraná. Durante siete años conoció el éxito junto al Ballet Nacional de Santiago de Chile, dirigido por la famosa Marcia Haydée, hasta que decidió poner fin a su carrera, en 2005, para ser mamá. “La razón más determinante que me llevó a tomar la decisión de retirarme del ballet profesional fue querer ser mamá. Sabía que mi profesión era incompatible con la maternidad, sobre todo estando lejos de casa. Los horarios de entrenamiento de una bailarina y las giras hacen que sea difícil ser una mamá presente”, cuenta Carla.
¿Siempre soñaste con ser bailarina?
Siempre quise bailar, de chiquita aseguraba que sería bailarina profesional. Veía a las grandes bailarinas argentinas y sabía que eso quería hacer. Con el paso del tiempo, me di cuenta de que era un camino difícil, sobre todo para la mujer, ya que son muchas las que comparten el mismo objetivo y pocos los espacios dentro de las compañías. Y era aún más complicado para las chicas del interior del país, como fue mi caso. Pero nunca perdí el deseo, esas ganas de llegar, y con mucho trabajo lo logré.
¿Qué se siente bailar sobre un escenario con la platea llena?
Cada vez que me subía al escenario del Teatro Municipal de Santiago, en Chile, sentía que estaba viviendo un sueño: la inmensidad de la platea y la belleza del escenario. La mayor satisfacción fue la primera vez que bailé como parte de la compañía, creo que jamás voy a olvidar esa sensación y sin duda la mayor tristeza, fue mi última función.
¿Recordás tu embarazo?
Fue perfecto, pero no así el parto. Rompí bolsa y tuve casi 12 horas de trabajo de parto para terminar en una cesárea. Pero es lo que tiene de extraordinario la maternidad, que ni siquiera tengo recuerdo del dolor ni de esas horas interminables.
¿Ser madre te realizó como mujer?
Si bien amo a mi familia y a mi hermoso niño, dejar de bailar fue una decisión muy difícil. En un primer momento, creí que había perdido mi identidad, no sabía quién era más allá de ser la mamá de Agustín. Pero gracias a la apertura del Estudio de Danza, aquí en Paraná, pude canalizar todo el amor que tengo por esta actividad y compartir la vida junto a mi hijo y mi familia. Soy realmente feliz porque puedo transmitir mi experiencia a chicos que sueñan con llegar a ser profesionales de la danza. Los aplausos, ahora, los reciben mis alumnos y me da plenitud ser parte de ese proceso. Ser mamá me hizo experimentar el amor en su máxima expresión, sentir que ya no sos la prioridad sino que hay otra personita que marca tus tiempos. Ahora Agus es más independiente, pero el vínculo que existe entre ambos es mágico. Cada vez que me mira, ya sé en qué está pensando, no hacen falta palabras para entendernos.
Mamá, contra toda adversidad
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Raquel y su hija Yamila |
Raquel Marcoantonio fue docente por 25 años en escuelas especiales para personas con marcada discapacidad intelectual. Fundadora del Hogar Jardín Florido, destinado a atender a personas no videntes, ambliopes y con necesidades especiales, fue galardonada con el premio León al Servicio, en 2012.
¿Cómo surgió la idea de crear la Fundación?
Surgió por experiencia personal. Mi madre quedó ciega cinco años antes de morir y no había ningún centro especializado en la provincia que cuidara de las personas no videntes. Además, mi hija también quedó ciega luego de nacer. El hogar no es sólo un centro de atención, es una gran familia en la cual residen diez personas, de las cuales cuatro están bajo mi tutela, por eso me llaman “mamá del corazón”.
¿Cómo fue tu experiencia de ser madre?
No fue fácil, Yamila, mi segunda hija, al nacer estuvo 42 días en incubadora y perdió la visión por un mal empleo del oxígeno. Al darle el alta, no detectaron nada extraño pero cuando llegué a casa y la observé me di cuenta de que siempre miraba hacia abajo, en mi interior sentía que algo no andaba bien. Al llevarla al oftalmólogo, le diagnosticaron fibroplasia retrolental con desprendimiento de retinas, es decir, estaba completamente ciega. Fue muy duro, porque si bien la docencia me preparó académicamente para enseñar a chicos discapacitados, uno nunca piensa que le va a suceder con un hijo.
¿Cómo fue su niñez?
A pesar de las adversidades, Yamila tuvo una infancia feliz junto a su hermano mayor. Aprendió a percibir con sus manos, lee en Braille perfectamente; recuerdo que la invitaron a participar en una escuela para mostrarles a los alumnos la manera en la que leen los ciegos, estaban atónitos y admirados, no comprendían cómo era capaz de leer desde un libro lleno de puntos.
¿Qué sentís al verla valerse por ella misma, trabajando y estudiando?
Estoy orgullosa, finalizó la secundaria con medalla de honor y estudió informática para ciegos en la facultad. En la actualidad es la vicepresidenta de la Fundación. He vivido toda mi vida para mi hija y para mis niños, pero no reniego de eso, sé disfrutar de los pequeños momentos, porque la vida y la felicidad se componen de esos instantes de alegría que hay que saber disfrutar con los seres amados.
Mamá a los 40
Paola y sus hijos: Lucas, Renato, María Vicentina y María Oliva |
Paola Ramírez es profesora de pilates y a sus 40 años fue nuevamente mamá, está vez, de gemelas.
¿Cómo es tu experiencia con la maternidad?
Cuando Lucas, mi primer hijo, tenía dos años, decidimos buscar el segundo, lo cual nos llevó cinco años y numerosos tratamientos. En el primer intento de inseminación asistida logré quedar embaraza pero lamentablemente perdí el bebe a las pocas semanas. Así fue como me detectaron trombofilia, por lo que al segundo intento lo complementamos con un tratamiento riguroso de heparina, pero no dio resultado.
¿Qué significaba para vos no poder quedar embarazada?
Fue muy duro psicológicamente, sólo surgían trabas, recuerdo que pensaba que no iba a ser capaz de volver a ser madre y físicamente fue durísimo debido a las inyecciones diarias de hormonas y heparina. Probamos una tercera y última vez, y así fue como llegó Renato. Me sentí realizada, éramos cuatro, teníamos nuestra familia armada y constituida.
Habías dado por finalizada la búsqueda y cuatro años después llegaron las niñas. ¿Cuándo te diste cuenta de que estabas embarazada?
Había retomado mi vida de mujer, volví a bailar que era mi sueño, tomé clases en un estudio de ballet y regresé a mi trabajo. Pero a finales de 2012 ya tenía un atraso, nunca creí estar embarazada, pensé que era una cuestión de estrés laboral, agregado a que estaba por cumplir 40 y era lógico que algunas hormonas empezaran a fallar. Tomando mate con mi madre, de repente sentí nauseas y en mi interior supe lo que ocurría. Corrí a la farmacia, compré un test y dio positivo. En ese instante, un volcán de emociones encontradas estallaron dentro de mí, lloré sin parar y sólo pensaba si iba a ser capaz de llevar adelante un embarazo sin los recaudos médicos que había tenido con mi segundo hijo.
¿En qué ecografía supiste que serían gemelas?
Las ecografías las hizo mi amiga Andrea Pérez, en la primera solo escuchamos un latido muy suave, porque el bebé no iba acorde a la edad gestacional. A la segunda, notamos algo que no estaba en la semana anterior, pensé que era una malformación del feto, pero Andrea comenzó a reírse y entre dientes, con una sonrisa nerviosa me dijo: “Paola son dos”; “¿Dos qué? si no late nada”, le respondí, y me contestó: “Ahí late uno y laten dos”. Lo primero que se me cruzó por la mente fue la frase del Padre Ignacio, en la época que iba a pedirle para poder quedar embarazada: “Esos pechos darán mucho de mamar”, y que razón tenía.
¿Qué hiciste al conocer semejante noticia?
Llamamos a mi marido al trabajo, pero él pensaba que le estábamos haciendo una broma. Estaba paralizada del miedo, era una sensación poderosa, mi temor era pensar que si un embarazo normal era riesgoso, éste al ser gemelas, padecer trombofilia y mi edad, era un coctel perfecto para que algo falle. En seguida, hablé con Isela Gottig, amiga y ginecóloga, quien casi se muere al enterarse de la buena nueva. Ambas fueron la calma que necesité cada día hasta el preciso momento de tener a mis hijas entre mis brazos, son excelentes profesionales, pero sobre todo amigas increíbles. Por eso las elegimos como madrinas
¿Cómo transcurrió el embarazo?
Llevaba el embarazo día a día, llegué a la semana 36 con una herida de cesárea de tres milímetros, no se necesitó bisturí, al apoyar la pinza, el útero se abrió solo. No podía aguantar más.
El 4 de julio nacieron María Olivia y María Vicentina. ¿Cómo están ellas?
Increíbles, por un lado iguales hasta el punto de que para distinguirlas llevan aros diferentes, lo cual resulta muy útil para saber quién es quién en la madrugada. Y por otro lado, tienen personalidades muy distintas. Tenerlas es una alegría tremenda, aunque demanden 24 horas de atención. Lo gracioso es ir por la calle y que la gente me pare para felicitarme o para compadecerse. Aunque al final del día estoy exhausta, doy gracias al Señor por la hermosa familia que tengo.
Sobrellevando el dolor
Nieves y sus hijos: María Jose, Pedro y Jose Luis |
Nieves Rial parece una mamá como cualquier otra, pero un terrible accidente marcó su vida. Juan Pablo, el tercero de sus cuatro hijos, falleció con apenas 13 años.
Han pasado 19 años de ese trágico 29 de mayo. ¿Cómo es tu vida después de esa noche?
Nunca se puede superar la muerte de un hijo, el dolor jamás desaparece, las fechas especiales aumentan mis recuerdos y me entristecen. Muchas veces sueño con él, que siempre sonríe, me abraza, me besa y lo acaricio con todo mi amor, aunque despierto y me embarga una profunda nostalgia que se mezcla con la alegría de haberlo sentido y la pena de su ausencia. Cualquier muerte nos afecta en menor o mayor medida. En mi caso, como madre puedo decir que la pérdida de mi hijo generó un impacto, es una de las emociones más negativas y fuertes que se puedan experimentar, no hay vivencia más dura que pueda atravesar una persona.
¿Cómo seguís adelante?
Junto a mi familia; todos nos sostuvimos en esta lucha por no dejar que nos agobie el dolor, mi esposo y compañero incondicional, y mis hijos: María José, Pedro y José Luis. Para nosotros, Juan Pablo nunca dejó de estar presente, todos lo nombramos y lo recordamos diariamente. Mis nietas, cada vez que ven su foto, lo besan y me dicen “qué lástima abuela que no lo conocimos”.
Nunca dejaré de agradecer a todos los que me ayudaron y me ayudan, como mis amigas, y sobre todo a Dios que me sostiene cada día dejándome la certeza y la esperanza de reencontrarnos algún día.
Junto a mi mamá Graciela y mi hija Isabella |
A mi gran primer amor: mi madre Graciela
Te agradezco por haberme dado la vida, por tus noches sin dormir y por regalarme infinitas sonrisas. Por todos los sana sana, por ese abrazo de esperanza y por el empujoncito que me faltaba. Por los "para mi sos la campeona" y los "hay que saber perder". Por amarme incondicionalmente y por perdonarme tantas veces. Gracias por ser generosa, desinteresada y por estacionar tu vida para dedicarme cada segundo del día. Por dejarme ir a vivir una aventura y por abrirme las puertas al volver, gracias por amarme y enseñarme a amar. Gracias por ser Madre mía y cuidarme toda tu vida.
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